Esto se debe a que, desde niños, nos enseñaron a ser siempre amables y a agradar sin motivo alguno. Estos patrones de conducta se refuerzan en la adultez, donde muchas veces nos encontramos diciendo que sí porque sí, simplemente porque es la forma que conocemos para ser vistos y pertenecer. Buscamos estar siempre disponibles para otro y nos esforzamos por cumplir sus expectativas, dejando muchas veces de lado nuestras propias necesidades.
Decir “sí” cuando quiero decir que “no” nos perturba y afecta directamente a nuestra dignidad, ya que se engañan los propios deseos. Los “no” son parte fundamental de nuestra personalidad, ya que si somos decidores seriales de “si”, nos volvemos personas incapaces de cuidarnos y tendemos a olvidarnos de nuestros propios intereses.
No poder decir “no” marca una forma de vincularnos, donde no somos capaces de poner límites. Decir “sí” porque sí, esos “sí” que brotan sin criterio, nos hacen llenarnos muchas veces de obligaciones. Nos encontramos haciendo muchas cosas que tienen mucho más que ver con el deber que con el querer.
Cuando reaccionamos con el “sí” de forma inmediata y sin criterio, nos olvidamos de nosotros mismos y de nuestras necesidades. Estamos actuando, sin notarlo, en la creencia de que hay que decir “sí” para tener buenas relaciones, para ser querido o para que el otro se sienta aceptado.
Cuando nos es difícil decir “no”, generamos expectativas sobre el proceder del otro, ya que esperamos reciprocidad y, si esto no sucede, nos genera malestar, angustia y/o ansiedad, porque sentimos un cierto desbalance entre lo que damos y lo que recibimos. Es posible que si te cuesta decir “no”, te enoje recibir un “no” como respuesta, esto se debe a que lo vemos como una injusticia. Seguramente, en su lugar, hubieras dicho “si”, aunque quisiéramos decir “no”. Nos olvidamos de que seguramente el otro está respetando su deseo, cosa que nosotros aún no podemos lograr hacer. Carecer de la habilidad de poder decir “no”, contrariamente a lo que se piensa, deteriora nuestros vínculos.
Hoy, lo que te proponemos es que le saques al “no” la etiqueta de “algo mal” y puedas verlo como un límite, como una herramienta para respetarte y que otros te respeten, como una forma de priorizar tus necesidades.
Algunas herramientas o tips para animarte al “no”:
Tené en cuenta que cuando decís “no”, es a una situación, propuesta o invitación, y no a la persona.
Una manera de responder rápido sin quedar comprometido (hasta que puedas elegir si querés o no) es decir: “Lo voy a pensar”.
El “no” es una de las declaraciones fundamentales que juegan un papel decisivo en la construcción de relaciones interpersonales que funcionen, ya que a través de ella, nos legitimamos como personas y mostramos a los demás nuestra autonomía.
Decir “no” es una habilidad que, como cualquier otra, se practica y se entrena. ¡Animate al “no”! Vas a tener mejores resultados y un mayor bienestar que cuando decís “sí” porque sí.
“Lo más importante que aprendí a hacer después de los 40 fue a decir ‘no’ cuando es no” - Gabriel García Márquez.
Texto: Elisa Lubrano – Life Coach / Romina Caneva – Counselor
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