Vivimos en un mundo que exige desarrollar nuevas competencias y cualidades para encarar con éxito los constantes desafíos de los cambios cada vez mas rápidos. Las habilidades que necesitan los jóvenes de hoy no están solamente ligadas a los mejores logros académicos que alcancen, sino que también con desarrollar, en lo personal, una valoración adecuada de sí mismo, con el autocontrol, con el manejo de las emociones, con la adaptabilidad y la iniciativa; y, en lo social, con el desarrollo de la empatía, de la creación de vínculos, el trabajo en equipo, y la colaboración.
Ese parece ser el desafío de los jóvenes actuales respecto del mundo en el que les toca vivir y desarrollarse. Pero, a su vez los adultos debemos reconocer y aceptar que también tenemos un rol fundamental que cumplir.
Dentro de ese rol podemos guiar a nuestros jóvenes a identificar su vocación. Porque sin duda, encontrar la vocación es un proceso de identificación y no de elección.
Muchas veces se suele creer que está relacionada con la voluntad, con el capricho o con las ganas. Pero, la vocación ya está allí y se encuentra en la confluencia de los dones, pasiones, y necesidades que todos tenemos.
Todos nacemos con talentos o dones naturales, podemos dedicar tiempo a hacer lo que nos gusta, y tenemos necesidades que deseamos satisfacer. Pero, frecuentemente, terminamos alejándonos de nuestras verdaderas aptitudes porque damos por sentado que para alcanzar el mejor modo de vivir posible tenemos que seguir caminos convencionales y conocidos.
Si observamos bien, lo que hace especiales a las personas que alcanzan satisfacción personal por la vida que llevan, es que han identificado lo que les encanta hacer, que están haciéndolo, y que no se ven haciendo otra cosa distinta. Estas personas, reconocieron sus talentos y se ganan la vida haciendo aquello que les apasiona, no eligieron qué hacer, sino que identificaron lo que estaban hechos para hacer.
La práctica de observarnos y observar a nuestros jóvenes es la tarea que debemos proponernos para identificar la vocación. Observar lo que hacemos día a día señalará la dirección hacia la que debiéramos dirigir nuestra atención y energía. Y nos permitirá identificar la verdadera vocación.
Detengámonos y pongamos atención en aquello que hacen bien y que les “sale fácil” o que les lleva poco esfuerzo. Ayudemos a que puedan identificar lo que más los motiva y lo que más les encanta hacer. Esa es la tarea en que debemos empeñarnos. Lo demás, lo que buscan, ya está allí. Solo habrá que identificarlo.
En la actividad que aprovecha sus talentos, que alimenta sus pasiones, y que surge de una necesidad que su conciencia los impulsa a responder, está su verdadera vocación.
El panorama actual nos obliga a los adultos a no quedarnos de brazos cruzados. Debemos comprometernos en ayudar a los jóvenes en tales desafíos. La tarea incluye dos aspectos fundamentales, uno es prestar plena atención a los que los jóvenes hacen intentando vivir su propio camino, y otro, mostrar lo que nosotros los adultos estamos haciendo intentando vivir el nuestro.
Observar detenidamente sus acciones, nos dará la posibilidad de ayudarles a que identifiquen sus dones y talentos naturales, sus pasiones, sus necesidades, y que encuentren hacia dónde apuntar sus energías y sus elecciones. Mostrar las nuestras, es la única forma de señalarles todo lo anterior con algún grado de éxito.