Crianza en barrio cerrado, ¿protección o desconexión de la realidad?
En tiempos donde la seguridad y el bienestar de los hijos son prioridades para las familias, muchos padres se preguntan si criar en un barrio cerrado es la mejor decisión.

Florencia, mamá de dos adolescentes de 12 y 14 años que viven en La Reserva de Hudson, no duda:
“Una de las principales ventajas es que pueden manejarse con autonomía desde chicos, en un entorno con contención y casi sin riesgos”.
Ella valora la tranquilidad que le da el barrio, un espacio que describe como “seguro y natural”, donde sus hijos pueden disfrutar de juegos al aire libre y amistades sin estar pegados todo el tiempo a las pantallas.
“Acorta un poco el tiempo frente a la tecnología y promueve vínculos más reales”, explica.
¿Una niñez sin contraste?
Se dice que el lugar en el que uno se desarrolla determina una forma de vida y una forma de vincularse. Por eso es importante preguntarse si la crianza en barrio cerrado podría dificultar que los chicos crezcan conociendo otras realidades. Para Florencia, eso depende de cada familia, y no del tipo de barrio, sino más bien de la crianza, o de cómo uno les explica la vida a los hijos.
Pero es lógico preguntarse: ¿los chicos que crecen en barrios privados se pierden de conocer otras realidades? Para la psicopedagoga María del Rosario Vocos Conesa, certificada en crianza respetuosa e influencer (@una.mama.psicopedagoga), entornos cerrados y homogéneos brindan vínculos seguros y estables, aunque advierte sobre el riesgo de la falta de diversidad.
“En esos contextos, donde muchas veces se comparte un mismo nivel socioeconómico, una cultura similar, valores comunes y modos de crianza parecidos, los chicos no siempre encuentran desafíos que les permitan poner en juego recursos tan importantes como la empatía (ponerse en el lugar del otro), la flexibilidad cognitiva (adaptarse a situaciones nuevas o inesperadas) o la tolerancia a la frustración (aceptar que no todo es como uno espera o desea)”.
Para la profesional, estas habilidades no se enseñan desde el discurso, se construyen en la práctica, en los vínculos, en el roce cotidiano con lo distinto.
“Cuando un niño comparte una actividad con alguien que tiene otra manera de jugar, que se comunica de forma diferente, o que necesita adaptaciones para participar, se activa un aprendizaje muy valioso: aprender a esperar, a observar, a preguntar con respeto, a renunciar por un momento a la comodidad propia para que otro también pueda estar incluido”.

Proteger sin aislar
Por eso es tan importante que esa protección que ofrece el barrio no se transforme en una burbuja que aísla o que desconecta. Es importante verlo como una oportunidad.
Para ello, la profesional recomienda salir del entorno cotidiano, visitar espacios públicos, participar de actividades culturales o recreativas abiertas, compartir tiempo con personas de otras edades, condiciones o trayectorias de vida: encuentros que pueden ser profundamente enriquecedores para los niños.
“No se trata solo de ver otras realidades, sino de vivirlas, aunque sea por un rato, desde un lugar de cercanía y respeto. Es importante también el modo en que hablamos de esas experiencias, cómo las interpretamos, qué reflexiones generamos como familia”.
Finalmente, la psicopedagoga enfatiza que criar hijos empáticos en un mundo desigual es una tarea urgente. Y empieza en lo cotidiano: en cómo tratamos a los demás, en cómo reaccionamos frente a lo diferente, en qué palabras usamos cuando hablamos del otro.
“Cuando un niño/a se encuentra con alguien que vive, piensa o necesita algo distinto, y ese encuentro está mediado por el respeto, la escucha y el juego, se activa una empatía que lo va a acompañar toda la vida. Como adultos, tenemos la posibilidad (y también la responsabilidad) de habilitar esos caminos”.
La clave entonces está en encontrar el justo equilibrio: brindar un entorno seguro, pero que también invite a abrir ventanas hacia el mundo. Porque criar con empatía es el mejor regalo que podemos otorgar a nuestros hijos como herramienta emocional para su futuro.
Texto: María Cristina Rojas González

(*) María del Rosario Vocos Conesa es Licenciada en Psicopedagogía, diplomada en Educación Sexual Integral y certificada en Crianza Respetuosa. A través de su cuenta @una.mama.psicopedagoga comparte reflexiones, herramientas y experiencias que acompañan a miles de familias en su camino de crianza. Con una comunidad de más de 88 mil seguidores, se ha convertido en una referente cercana y confiable en temas de infancia, educación y vínculos.
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