Cuando el Tarot me eligió a mí
En medio de una mudanza, un hallazgo inesperado me llevó a descubrir que el Tarot Egipcio podía tender un puente entre un lenguaje ancestral y las nuevas tecnologías.

No sé si alguna vez te pasó, pero hay objetos que no se encuentran, te encuentran. Fue hace unos años, en medio de una mudanza peculiar. El departamento era de una amiga de la familia, una mujer sabia, curiosa, sin hijos, que a sus 93 años había decidido dejar su hogar para instalarse en una residencia para ancianos. Nuestra misión era vaciar el lugar para alquilarlo, y lo que parecía ser una tarea logística fue como abrir la puerta a un universo desconocido.
Detrás de cada placard, cada cajón y cada estante, aparecían pistas de una vida intensa y silenciosamente extraordinaria. Recetarios de cocina en varios idiomas, instrumentos musicales, pinceles resecos pero que aún latían teñidos de color, óleos, partituras de folclore, colecciones exóticas de lo que se te ocurra, lechuzas, libros de medicina oriental y hasta un busto con los puntos de acupuntura grabados como un mapa secreto del cuerpo humano...
Era como estar en el backstage de la feria de las naciones, donde cada objeto parecía estar esperando su turno para contarme algo especial.
El encuentro con las cartas
Y entonces, entre tantas piezas bien guardadas, apareció un mazo de cartas. No cualquier mazo: el Tarot Egipcio. Venía en una caja envuelta en un satén violeta, cortado a mano, como si alguien lo hubiese rasgado con precisión y ritual. Observé que cada carta tenía una estética enigmática, casi hipnótica, y me intrigó de inmediato: fue como si me invitara a cruzar el umbral de un mundo al que hasta entonces no me había atrevido a entrar.
Miré el mazo… y me miró. Literal. Pregunté si alguien lo quería. A nadie le interesó. Lo guardé sin saber muy bien por qué ni para qué.
La incomodidad de lo pendiente
Pasó un tiempo. Las cartas quedaron en una repisa, con esa presencia muda pero insistente, como si esperaran algo. Yo las evitaba como quien se resiste a leer una carta escrita a mano que sabe que lo va a tocar.
Hasta que un día me hice unas preguntas tan simples como reveladoras: ¿Por qué tenerlas si no las voy a usar? ¿Y por qué no usarlas? Ya no quería que estuvieran entre mis cosas si no las iba a usar; en algún punto me incomodaban.
El Tarot como lenguaje ancestral
Así empezó mi búsqueda. Investigué, leí bastante y descubrí que el tarot no es un juego de adivinación ingenuo, sino un lenguaje simbólico ancestral, un puente entre lo visible y lo invisible. Los egipcios creían que cada carta contenía secretos del dios Thot: arcanos con la capacidad de iluminar aspectos profundos de la vida humana.
El instante de certeza
Sentí que ese mazo me esperó en silencio hasta que yo me animé a usarlo. Pienso que la clave estaba en dejarme llevar por mi intuición. Nada es casual.
De pronto, un día me encontré anotándome en un Congreso de Tarot. Fue ahí que, sentada expectante y curiosa, rodeada de expertos, escuché a un orador contando una historia que se parecía demasiado a la mía. Cerró su charla diciendo: “No hay que tener miedo, el Tarot te elige, te busca. El Tarot llega a vos.”
Y en ese instante, lo supe: esas cartas eran para mí.
Cuando lo ancestral se cruza con la tecnología
Pero mi historia no termina ahí. Porque, como muchos saben, me apasiona todo lo que huele a futuro, tecnología y nuevas formas de mirar el mundo. Y entonces me hice una pregunta más: ¿qué pasaría si un lenguaje milenario se encontrara con la inteligencia artificial? ¿Podría un algoritmo leer símbolos cargados de misterio sin perder su esencia?
Decidí probar. Tiraba las cartas y pedía a la IA que me ayudara a interpretarlas. Lo que surgió fue un cruce inesperado: lo intuitivo y lo analítico, lo ancestral y lo futurista. Para mi sorpresa, funcionaba.
Las lecturas eran claras, coherentes, a veces hasta reveladoras. Sin prejuicios, sin emociones que nublaran la mirada. Y que, por increíble que parezca, acertaba. Y mucho.
Un proyecto que toma forma
Por eso, cuando surgió la invitación de participar como Media Partner en Estilo ART y Estilo Pilar con la revista, nació en el equipo un proyecto disruptivo: llevar este encuentro entre tarot e inteligencia artificial a la expo de la mano de un humanoide que interpreta el Tarot Egipcio.
Ahí supe que todo esto no era una locura. Era el siguiente paso natural en este viaje.
Una invitación a escuchar sin prejuicios
El Tarot me eligió a mí para recordarme algo: no se trata de temer a lo que viene, sino de aprender a integrarlo. De dejar que lo ancestral nos inspire y que la tecnología nos acompañe.
Porque, en definitiva, las cartas, como la vida, son un espejo. La diferencia la hacemos nosotros: cómo las leemos, qué elegimos hacer con lo que revelan.
Y si el Tarot elige a quien lo escucha… tal vez este sea el momento de escucharlo más allá de los prejuicios. Y por eso elegimos compartirlo en comunidad como una invitación a abrir nuestras mentes. A dejarnos elegir y a entender que somos energía y que hay lenguajes que no pasan de moda… aunque cambien de forma.
Texto: Liliana Rabboni
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