Juan Darthés dijo que era un muerto en vida. ¿Será que la actriz Thelma Fardín también lo estuvo durante 10 años hasta que se decidió a denunciarlo por presunta violación cuando era apenas una niña y estaba casi bajo su cuidado?
Como se sabe, Fardín contó esta historia tremenda en un video, puso el cuerpo frente a miles de personas y se asumió como víctima. Pero todavía hay gente que no le cree. Cuestiona que el video estuviera demasiado bien filmado; que por qué habló tanto tiempo después y su condición de feminista. Le recrimina por qué no denuncia a actores k y la filiación ideológica de la mayoría de las actrices que integran el movimiento de mujeres.
En este país hay demasiada grieta, entre k y no k, feministas vs. no feministas y abortistas contra no abortistas. Pero lo que falta es sentido común.
ser víctima de un abuso sexual no es el mejor protagónico que una mujer puede interpretar. es volver a morir un poco cuando se recuerda el dolor. es exponerse a ser violada de nuevo con las palabras, como cuando Darthés le echó la culpa a esta joven por “habérsele insinuado”, siendo que ella tenía 16 años y él 45.
Dice belén López Peiró, una periodista abusada durante años por su tío, que las víctimas primero son víctimas de su violador y después de ellas mismas: porque no logran dejar de serlo. “Las convencen de resguardarse puertas adentro, de cerrar las piernas, de que son responsables y por eso merecen su propio castigo. Una vez que él acabó adentro, ya están listas para acabar con la mierda que les quedó, su propia vida”, describe con crudeza el rol del que tuvo que salir para liberarse de su tragedia.
A veces no alcanza toda una vida para deshacerse de esa vida que ya no les pertenece.
¿Alguien puede pensar, entonces, que vale la pena exponerse, someterse a críticas, poner en juego la imagen, hablar de cuestiones tan caras al alma femenina, todo por una mentira?
¿Alguien puede pensar que Fardín se aprendió el texto de una historia inventada, como si fuera un guión cinematográfico, para actuar su mejor papel?
¿Alguien puede pensar que una mujer esté dispuesta a pagar el precio de contar en público una escena humillante para su condición femenina en función de quién sabe qué intereses? Por eso digo que lo que falta es sentido común. Puede haber críticas al colectivo de mujeres, que como todo movimiento que está naciendo a veces oscila
entre extremos y arbitrariedades. Pero no sigamos dudando de las víctimas porque se pusieron la pollera demasiado corta.
Anteponer esta explicación al testimonio mismo siempre deslegitima a la mujer y termina beneficiando a su
victimario. No es hora de los pero. Es hora de escuchar y punto. Y de permitir que muchas mujeres dejen de
estar muertas.