Hoy en día, es inevitable no conocer gente con hijos, sobrinos o amigos, que vivan fuera del país. El mundo ofrece continuamente posibilidades de desplazarse a cualquier parte, facilitando el deseo de escapar de lo cotidiano.
Son muy distintos los motivos que impulsan esta decisión. No es lo mismo emigrar con un trabajo concreto en determinada ciudad, que lanzarse a la aventura para descubrir nuevas formas de vida. No es lo mismo partir con un idioma, contactos y cierta base de capacitación que garantice un puesto de trabajo, que aterrizar en un país desconocido, “flojos de papeles”, sin entender ni el idioma ni la idiosincrasia y, peor aún, sin saber cómo funciona el mercado laboral y cuáles pueden ser nuestras posibilidades. Tampoco es lo mismo ir en busca de un futuro mejor, que querer escaparse de la vida en familia o de una situación angustiante.
Muchas veces, son los mismos padres quienes estimulan esa partida, deseando que los hijos cumplan con aquello que ellos no lograron en su momento y, a la vez, son quienes se lamentan luego, añorando los encuentros frecuentes o la inevitable distancia de los nietos. No hace falta más que ver las despedidas y los recibimientos en Ezeiza, para descubrir cómo nos atraviesan. Todo eso sumado a las preguntas que empiezan a revolotear en nuestras cabezas, acerca de si todo eso vale la pena, si lograron la estabilidad que en su país no encontraban y hasta si existe en su horizonte, el deseo o la posibilidad de volver.
Paula Gallacher, Licenciada en Psicología y madre de tres hijas en el exterior, reflexionó para Country Magazine: “La mejor manera de gestionar las emociones tan encontradas que aparecen cuando parten los hijos, es apuntar al sentido de nuestra propia vida, a conseguir una vida rica en intereses, desde trabajo, hobbies y relaciones sociales. Apelar a nuestra capacidad de poner distancia de la pena por el alejamiento de un hijo que es, sin dudas, un dolor suave y constante con el que se aprende a convivir”.
En esa lejanía no solo aparece la nostalgia, sino que también puede aparecer la culpa: “se fueron porque no me aguantaban”, que es una posible lectura, pero también podemos leerlo como que fuimos nosotros quienes les dimos una base segura en la que apoyarse para seguir sus deseos.
El panorama general se complejiza cuando aparecen los nietos, porque con los hijos uno ya tiene un vínculo armado, mientras que con ese nuevo niño es necesario construirlo, y estamos deseosos de hacerlo de la mejor manera. Para eso, descubrimos constantemente nuevos recursos tecnológicos de contacto. La tecnología nos mantiene súper conectados, hoy el mundo ha cambiado y, aún lejos, podemos estar más cerca.
Consultamos a varios padres y madres con hijos en el exterior, y sus experiencias y respuestas no difieren demasiado. Para todos se trata de una separación dolorosa que, sin embargo, cobra sentido cuando perciben que los hijos están mejor.
TESTIMONIOS
Vero y Pedro
(papás de Pepo, Sebas e Ine): “Junto con nuestros tres hijos emigramos los cinco a distintos países. Con mi marido nos establecimos en Londres, sin trabajo ni amigos y no fue una experiencia idílica. El choque cultural, la falta de relaciones y la diferencia de un país tan cálido en lo afectivo como la Argentina, no lo hicieron fácil. En el caso de los chicos, la distancia los unió como hermanos y nosotros, como padres, nos alegramos de que ellos puedan probar. Ahora tenemos un nieto que está en Argentina, los lejanos somos nosotros y es difícil”.
Vero e Ine
Vero con Pepo
María
(mamá de Teo): “Lloré mucho cuando mi hijo se recibió y se fue a trabajar a Escocia, pero los eduqué para que el mundo les produjera curiosidad y el hecho de que se vayan tiene que ver con eso. Ya tengo pasaje para el año próximo y eso me pone muy feliz”.
Maria y Teo
Gaby y Eduardo
(papás de Fede): “Al principio fue difícil y me preguntaba cómo iba a sobrellevar esa situación, pero uno se va acostumbrando y la tecnología ayuda. Nos gusta viajar a verlos y nos alegra ver cómo viven, qué hacen y descubrir que están llenos de amigos. Con mi marido los apoyamos siempre en sus decisiones, elijan lo que elijan”.
Gaby, con Fede y Belu en Madrid
Fernando
(papá de Carola): “Mi hija es arquitecta y se fue a trabajar al exterior. Que se fuera me produjo una mezcla de sentimientos: por un lado, alegría de ver que se desarrolla y va en busca de lo que cree valioso, y por el otro, tristeza por no compartir la cotidianeidad. En su caso se agrega un tercer sentimiento que es el miedo: Carola está en Afganistán reconstruyendo hospitales para ‘Médicos sin Fronteras’. Por suerte hablamos seguido y me tranquiliza bastante verla bien. Ser padres no es solo bancarse la distancia, sino también la tristeza y el miedo”.
Fernando y Carola
Jimmy
“Tengo una hija, una nieta y otro en camino en Barcelona. Estoy feliz por ellos porque los veo muy bien y contentos, armando una linda vida. Los nietos se extrañan y es una pena no tenerlos cerca mientras crecen, pero mis abuelos irlandeses emigraron a la Argentina y ahora a ella le toca irse. Es ley de vida.”
Andy
(mamá de Cande y Tobías): “Mis hijos se fueron a Australia en busca de oportunidades. La adaptación fue rápida y ahora tienen condiciones inmejorables. Tobías se fue primero y ahora mi hija, Cande, hace poco. Ambos en busca de un futuro mejor y de proyectar en Australia, donde ya tenemos familia”.
Cande
(hija de Andy): “Vine a Australia con mi novio y mi hermano buscando construir un futuro mejor, en un país que brinda oportunidades. Mi familia siempre me apoyó en esta decisión y aquí estoy, enfocada en mi carrera de marketing digital”.
Cande y su novio
Cande y su hermana
Tobias
(hijo de Andy): “Decidí cambiar, construir mi vida desde cero y salir de mi zona de confort. Vine solo a Australia, conseguí trabajo rápidamente y luego llegó mi hermana. Aunque no soy profesional aún, hablo inglés fluido y estoy construyendo mi camino.”
Vero
(mamá de Davor y Natu): “Mis hijos se fueron a Europa con proyectos y pareja. Aunque los extrañamos, apoyamos su decisión de buscar crecimiento y nuevas oportunidades.”
Vero y Andy y sus familias compartiendo amistad e historias de vida
Natu
(hija de Vero): “Me fui buscando crecimiento profesional, al sentirme limitada y poco respaldada en mi entorno de artistas jóvenes. Acompañada por mi novio, elegimos Bilbao, España, sin familia ni conocidos. Por la ciudadanía estoy viviendo en Croacia por lo que además de hablar inglés y algo de francés, ahora estoy aprendiendo croata. Aunque mis padres me respaldan, la separación genera dudas. A pesar de extrañar y no conocer a nadie, creo que fue la decisión acertada, encontrando paz y vale la pena.”
Vero y Natu
Vero y Devor
Laura:
(mamá de Renzo) “Cuando nuestro hijo se fue, fue un shock, pero entendimos que era su decisión. Trabajamos nuestras emociones para estar felices por él. Aunque los hermanos lo extrañan, tratamos de viajar y tener despedidas relajadas para que esté feliz.”
Silvina y Guille
(padres de Nacho): “Sufrimos al principio porque nunca nos imaginamos que nos íbamos a separar. Ambos venimos de familias numerosas y Nacho además es muy familiero. Él está trabajando en México. Según nos dice, lo que más extraña son los domingos bulliciosos en familia y la complicidad con sus hermanos, ya que siempre fueron como amigos. Nos reencontramos bastante, porque tenemos la posibilidad de viajar, y aunque siempre que nos habla de regresar apunta al futuro, como padres es lo que realmente queremos, porque lo extrañamos mucho”.
Silvina con Nacho
Gaby
(mamá de Mica, Agustina, Carlos y Juan): “Con una beca en el Beijing Institute of Architectural Design, mi hija Micaela fue la que abrió camino y se fue un año a China. Toda la familia festejaba mientras yo lloraba sin parar. Después de eso estuvo en Australia y en Londres, y hoy vive en Tandil con su familia, trabajando remoto. Agustina, abogada, se mudó a Barcelona y luego a Tampa, Estados Unidos. En 2023, Juan exploró Europa y ahora surfea en Somo, España. Aunque Carlos prefiere Argentina, la tecnología nos conecta diariamente y nos enorgullece haber dado alas a nuestros hijos para enfrentar nuevos horizontes”.*
Gaby con Mica y Agustina
Texto: Country Magazine