Susana Giménez aprovechó el éxito de la serie “Monzón” que se emite por Space y se dejó entrevistar por el nieto del boxeador, Agustín Monzón. Pese a que se la vio incómoda en algunos pasajes de la charla, los detalles más dolorosos de la relación que mantuvo con Monzón durante la década del ‘70 no aparecieron. En el revisionismo de su vida, Susana siempre termina edulcorando la cuestión de la violencia en la pareja. Cuando Monzón le pegó una piña en un hotel de Nápoles porque un actor francés la había saludado, nadie le dio la gravedad que merecía el caso. El episodio se redujo a un escándalo de alcoba; Susana después hizo un musical cantando con voz ingenua y sensual, “tengo un novio que pega muy fuerte” y la fama del campeón siguió en alza.
Lo mismo ocurrió cuando Monzón tiró por el balcón a Alicia Muñiz diez años después. Si no hubiera sido por una jueza lúcida, Monzón seguiría boxeando mujeres ya que, en ese entonces, la condena social a la violencia de género era casi nula. Recordemos que los mismos policías que lo llevaron preso le pedían autógrafos y que sus fans lo aplaudían en la calle y exculpaban por sus proezas deportivas. Incluso se erigió un monumento en su honor en Los Cerrillos, el lugar donde murió en Santa Fe, que hace muy poco fue quitado por pedido de un grupo de mujeres.
Con el paso de los años, y pese a la llegada del movimiento NI UNA MENOS que sacudió la estructura machista de este país, Susana nunca se asumió públicamente como una víctima de la violencia de género.
En cada entrevista se ocupa de aclarar que él sólo la golpeó una vez, como si la agresión contra la mujer se midiera únicamente en cantidad de golpes. Porque más allá de que fueran uno o varios, la relación que tenían ambos era tóxica y había signos de violencia. Susana debía desviar la mirada cuando un conocido se le acercaba por temor a los celos del boxeador. Y ella misma admitió que se sintió “valiente” cuando tuvo que enfrentarlo porque él “reaccionaba pésimo”. La violencia psicológica es el más común de los sometimientos y la padece un 87% de las mujeres. Casi la mitad de los adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires cree que los celos son una expresión del amor. Este es el principio de la dominación en la pareja por parte del varón. Los golpes son una consecuencia.
Susana contó que apenas se conocieron en el set de “La Mary” Monzón le estampó un beso en la boca sin su consentimiento, lo que hoy sería inadmisible, y que cuando ella se quejó le contestaron: “¡Y bueno... es el campeón!”. Con ese espíritu de leyenda viviente siempre fue tratado Monzón y, en algunos casos, así sobrevive su recuerdo.
La diva nunca lo llamó femicida después del asesinato de Alicia Muñiz ni se perciben juicios en sus recuerdos. Habla de él con tristeza por haber pasado de ser una gloria mundial a estar en una celda olvidada. A lo sumo opina con amargura: “Era muy especial”.
Su relato de estos días está lleno de eufemismos con los que, en otros tiempos, se maquillaba la violencia en la pareja. Ella dice “Nos amábamos brutalmente”, “era muy celoso”, “yo tampoco me quedaba atrás” y cuenta con gracia el día en que le reboleó un bolso de cocodrilo que le había salido una fortuna.
A una diva no le está permitido mostrarse vulnerable. Y mucho menos ser una mujer golpeada. O quizás el concepto más actual de violencia de género llegó tarde a su vida. Lo cierto es que el principal aporte que Susana hace al feminismo es cuando hoy afirma que no depende de los varones para sentirse bien y que puede disfrutar sola su cama king side. Su pasado con Monzón quedará para un guión de película.<<