Los tiempos de vacaciones prometen horas de descanso, risas, diálogos, juego y, dependiendo del destino, lugares nuevos y sorprendentes. Sin embargo, en las vacaciones el tiempo compartido se hace más notorio y muchas veces la convivencia diaria de tantas horas y días deja al desamparo aquellas quejas o molestias que en el correr cotidiano no se ven:
“... sabía que era maniático con el orden, pero cada vez está peor...”,
“... Todos nos teníamos que levantar a la hora que ella/él determinaba...”
“....era todo un descontrol, estábamos a la deriva...”
“... todas las actividades estaban a mi cargo, sino no hacíamos nada”.
Revisemos qué hay detrás de ese malestar que me genera la situación, miremos un poco más allá de la queja. Hay algo mío que yo debo registrar y aprender.
Cuando la familia extendida se suma al proyecto, la convivencia puede resultar aún algo más difícil pero también puede ser una hermosa oportunidad para conocernos más, afianzar vínculos, limar asperezas para hallar nuevos puntos de encuentro.
Las vacaciones en familia pueden despertar tiempos de reflexión pero para ello también hay que dar espacio a lo propio y a lo ajeno y algunas veces de ese intercambio equilibrado nace una nueva experiencia. (destacado)
Disfrutemos el hoy, esa experiencia única e irrepetible que nos regala la vida para ser un poco más felices.