Fertilidad en tiempos de inteligencia artificial: lo que hay que saber

La maternidad está cambiando, y la ciencia también. Cada vez más mujeres deciden postergar el deseo reproductivo por su desarrollo personal, profesional o simplemente por el ritmo natural de sus vidas. En nuestra conversación con la Dra. Liliana Blanco, Directora de Procrearte, ella lo plantea con claridad: “La principal causa de consulta hoy es la postergación del deseo reproductivo”. Y agrega que muchas mujeres llegan cuando el reloj biológico ya avanzó más de lo esperado, algo que no siempre se percibe a tiempo.

Durante la última década, la consulta después de los 40 creció de manera exponencial. Blanco señala que uno de los mitos más arraigados es creer que “si menstruo, soy fértil”, cuando en realidad la fisiología es mucho más compleja. Los ciclos pueden ser regulares, pero la calidad genética y la cantidad de óvulos disminuye con los años, afectados tanto por el paso del tiempo como por factores ambientales acumulados.

En palabras de la especialista, “los óvulos envejecen con la mujer”. Ese envejecimiento empieza a sentirse con más fuerza a partir de los 38–40 años, cuando aumentan las alteraciones genéticas y disminuye significativamente la reserva ovárica.

Quienes buscan preservar su fertilidad también la consultan con dudas. Blanco no titubea: “El mejor momento para preservar es cuanto más joven, mejor, idealmente cerca de los 30 años”. Sin embargo, reconoce que la mayoría recién se acerca hacia los 35, cuando el margen biológico empieza a estrecharse.

La Inteligencia Artificial dejó de ser una promesa futurista para convertirse en una herramienta concreta que transforma la práctica clínica. Blanco lo explica con precisión: “La IA permite analizar en tiempo real la evolución embrionaria y detectar información que supera la capacidad del ojo humano”. A través de sistemas de embriocinética, se observa la dinámica completa del desarrollo embrionario, lo que facilita identificar qué embriones tienen mayor potencial para llegar a blastocisto y ser transferidos o criopreservados. Esa observación constante, objetiva y estandarizada es uno de los avances técnicos más significativos de los últimos años.

Aunque la tecnología permite priorizar embriones con mejor pronóstico, hay un punto en el que la IA no interviene. Blanco lo enfatiza: “La evaluación clínica integral del paciente y la decisión final siguen siendo criterio humano”. A ese análisis se suman estudios genéticos como el PGTA, fundamentales para comprender la calidad del embrión y afinar la selección. La IA aporta datos; el médico aporta criterio y contexto.

Como ella misma sintetiza, “la IA permite acortar tiempos para lograr el embarazo, optimiza la selección embrionaria y mejora la toma de decisiones”. Su impacto es real, pero siempre dentro del marco del criterio clínico y de la genética embrionaria evaluada mediante PGTA. También aporta mejoras en la fertilidad masculina, donde ayuda a seleccionar espermatozoides con mayor probabilidad de evolucionar hacia un embrión viable. La evolución no promete más embarazos: promete decisiones más precisas y eficientes.

Respecto al futuro, Blanco reconoce que la IA seguirá perfeccionándose, pero insiste en un punto esencial: “La tecnología sin humanidad es vacía. La usamos para dar vida, pero sin perder de vista a la persona que atraviesa el tratamiento.”

La diversidad de configuraciones familiares ya forma parte natural del trabajo cotidiano. “Hace años recibimos mujeres solas, parejas de dos mujeres y, en su momento, también parejas de dos hombres mediante ovodonación y subrogación”, cuenta Blanco. El deseo de formar familia adopta distintas formas y la medicina reproductiva acompaña esa transformación social.

Pero incluso más allá de la técnica, hay una dimensión que atraviesa todos los tratamientos: la emocional. Según datos internacionales, el 72% de los pacientes experimenta niveles de estrés comparables a enfermedades crónicas. Por eso, en Procrearte trabajan con psicólogos especializados que acompañan cada etapa. Blanco lo resume sin rodeos: “El proceso reproductivo es médico, pero también es emocional. Requiere contención, empatía y escucha.”

A lo largo de la charla, su mensaje más profundo vuelve siempre al mismo eje: el equilibrio. Innovación sí, pero con humanidad. IA sí, pero al servicio del bienestar y del criterio clínico. Tecnología, sí, pero sin perder de vista que este camino involucra sueños, miedos y expectativas profundamente humanas.

La fertilidad en la era tecnológica avanza hacia un futuro más preciso, más eficiente y más prometedor. Sin embargo, como recuerda la Dra. Blanco, ningún algoritmo puede reemplazar el vínculo humano en un trayecto donde lo que está en juego no es sólo un resultado, sino un anhelo de vida.

Texto: Country Magazine