Es otoño y Patricia Vila nos recibe en un lugar mágico: su librería Letras y Corcheas, ubicada en el barrio de Belgrano. Si no supiese dónde estoy, pensaría que me encuentro en algún lugar de Francia, frente al refinamiento de una vidriera deliciosa con libros y objetos para niños y un exterior enmarcado en maderas azules. Aunque no me equivoco tanto porque esa fachada es un homenaje a la famosa librería “Flute de pain” de París, estoy en Buenos Aires, a pocas calles de mi casa.
Patricia me recibe en el subsuelo, un salón para actividades y talleres para chicos, aunque hace poco ha ido agregando experiencias musicales y charlas para grandes. Ella es concertista de piano. Con muchas giras por el mundo, tuvo, además, por veinte años, una escuela de música, Musicarte XXI, por la que pasaron miles de chicos y donde se enseñaban todos los instrumentos, además de canto e iniciación musical, con intensa participación de los padres. Creó y condujo la escuela con todo su amor a la música, a los chicos y a la enseñanza. Pero llegó el momento en que tanto trabajo, giras y otras responsabilidades empezaron a interferir no solo en su vida laboral sino en la familiar y tuvo que tomar una decisión dolorosa que le llevó un largo duelo: cerrarla. Disfrutaba inmensamente junto a los chicos de ese espacio y de compartir con ellos momentos de alegría, libertad y creación, y la ausencia de ese contacto la entristeció mucho.
Pero, como además de una gran trabajadora y amante de los chicos, Patricia es inquieta, gran viajera y apasionada del dibujo y la pintura, hizo un curso de ilustración infantil que la llevó a escribir e ilustrar el libro “En qué piensan los músicos”.
Inspirada, le propuso a su marido, Enrique Comissoli, hacer algo juntos como aventura en el tercer acto de la vida: lanzarse a una librería especializada en libros para chicos.
—Tené en cuenta que vas a tener que ofrecer lo que a la gente le gusta, no lo que te gusta a vos — dijo él.
—Por supuesto que no. Todo lo que ofrezca será lo que a mí me gusta o lo que yo pondría en mi casa. Si es un fracaso, cerraremos y habrá sido una experiencia más —contestó, rotunda..
Así, celebrando de alguna manera su falta de sentido comercial, abrieron Letras y Corcheas en mayo de 2018, un universo asombroso donde suena música clásica y en una columna se guardan, pegados, los mensajes de los chicos que han conocido el lugar y sus libros, o han participado de los encuentros musicales.
Toda su impronta se nota apenas pasar por la puerta y sentirse atraído por un negocio como los que vemos en otros países o en las películas, con una vidriera que nos invita a entrar, llena de muñecos o juguetes de tela que ellos mismos mandan a confeccionar. En la gran variedad de libros que ofrecen, son preponderantes los que han logrado traer nuevamente desde Irlanda, España, Holanda o Francia, de factura exquisita e ilustraciones bellísimas.
“El deporte y la música son fundamentales para el crecimiento de los chicos”, nos dice Patricia, por eso en sus librerías existe mucho material de música, ese que ella buscaba afanosamente, sin encontrar, cuando dirigía su escuela.
El subsuelo, donde conversamos, es el lugar destinado a festejar el arte. Allí se dan cursos de acuarela o de escritura para niños, se realizan encuentros musicales para chicos o adultos y hasta para bebés, y conciertos como los que diera el cuarteto Tosar, integrado por solistas de la Filarmónica de Montevideo. El piano de cola está presente, inamovible, aunque Patricia no toca en sus librerías.
En 2020, nació en Punta del Este su segunda Letras y Corcheas, hermana menor de la porteña, abierta todo el año, con el mismo estilo y mayor variedad de libros, con el refinamiento y exclusividad que no vemos en otras librerías. Allí también piensan ofrecer eventos para niños y padres, clases, charlas de arte o experiencias musicales.
“Las librerías para niños son, nunca mejor dicho, lugares ‘angelados’ donde los chicos entran de la mano de adultos que quieren mostrarles la belleza del mundo a través de la literatura, el dibujo y la música, y donde entre ellos se generan cosas preciosas. Por eso son tan estimulantes”, dice Patricia mientras mira a su alrededor el mundo de sensibilidad que ha creado para los chicos y que sus padres y abuelos disfrutan a la par.
Texto: Country Magazine