La danza de las promesas
Es común que en la vida diaria nos encontramos con expresiones del tipo: —¿Viste eso que te envié? —Todavía no. Mañana te digo algo.

Son formas de habituales de comunicarnos con las personas que nos rodean, pero ¿qué pasa cuando «mañana» se repite el mismo diálogo, debido a que nunca terminamos de ver lo que nos mandaron?
Desde el punto de vista de la «ontología del Lenguaje» está bastante claro: nuestra capacidad de coordinar acciones con otros debería ser, por lo menos, revisada.
Es que a veces no terminamos de aceptar que el lenguaje no es inocente. El lenguaje nos permite hacer un mimo a la persona amada o lastimar sin piedad a quien nos escucha.
Y también muy importante, el lenguaje crea realidades. Cuando le decimos a alguien «después te digo algo» o un simple «nos vemos mañana» estamos creando una realidad que no hubiera existido si no nos hubiéramos expresado de esa forma.
Nuestro hablar construye los mundos en los que nos desenvolvemos y, al no estar solos, afectamos a quienes nos rodean. Es- tamos permanentemente creando espacios de realidades que abren y cierran posibilidades para nuestro círculo de relaciones. si te digo «mañana paso por tu casa a las 10», tendemos a pensar que las realidades se crean dependiendo de si acudo a la cita o no. obviamente, es así. Pero perdemos de vista que quien me escucha, seguramente organizará el día siguiente en función de lo que he dicho: solo el enunciado creó un mundo de posibilidades, independientemente de qué pasará realmente con la cita. no nos damos cuenta (o no queremos hacerlo) de que cada vez que enunciamos una frase que tiene un trasfondo de «coordinación de acción» hemos entrado en una danza conversacional de promesas mutuas que nos compromete a actuar de determinada manera y, cuando no lo hacemos, nuestra identidad como persona se ve comprometida. reflexionemos sino ¿qué pensamos de quienes no cumplen sus promesas?
Porque hacer promesas es algo serio. y, no hay que olvidarlo, estamos poniendo nuestra identidad e integridad como seres humanos en ese compromiso. Conviene repetirlo: el lenguaje no es inocente, y lo que decimos y a lo que nos comprometemos, nos hace el tipo de ser humano que somos.
Por otra parte, una promesa requiere de dos lados dando el consentimiento mutuo para coordinar una acción o inacción. Pero es el receptor de esta el que debe dar por cumplido el compromiso. Por eso es importante que las «condiciones de satisfacción» y «el marco temporal» que definen el compromiso estén lo suficientemente claros para que no haya mal entendidos ni reclamos.
Hay, además, un elemento que solemos pasar por alto en la danza conversacional que involucra a la promesa. y este elemento es el hecho de que el que promete debe ser capaz de dar cumplimiento a la promesa, quiero decir, que el que promete tenga la autoridad y la capacidad de dar correcto cumplimiento a la acción prometida.
Prometiendo cosas que no podemos cumplir, ya sea por im- posibilidad física, económica, emocional, etc., solo generamos mundos llenos de resentimiento y angustia.
De aquí podemos desprender una conclusión que agrega valor a lo que somos como persona gregaria: honrando nuestros compromisos nos ayuda a crear realidades con menos resentimiento y con espacios de relaciones más dispuestos a interactuar y coordinar acciones. Y esto, en definitiva, es lo que nos define como seres humanos.
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