Intentar buscar una respuesta nos debería invitar a mirar el camino recorrido desde nuestra niñez, donde necesitamos alimento físico y emocional para sobrevivir y crecer. Porque nacemos siendo seres dependientes y necesitamos esa “mirada del otro” que nos vaya validando que somos un ser con identidad propia, individual y singular.
Una evolución saludable intentaría alcanzar la idea de que “la mirada del otro” sea una alternativa más dentro de todas las opciones genuinas y propias.
Si aún somos muy dependientes de “la mirada del otro”, me haría alguna de las siguientes preguntas:
¿La opinión del otro afecta el valor de mi persona?
¿En qué momento decidí entregar el poder de decidir cuánto vale uno?
¿Qué buscamos con esa entrega de poder? Qué nos aseguramos a cambio?
¿Es más fácil entregarle el poder al otro que hacerse cargo de los propios deseos?
¿Qué estamos dispuestos a perder cuando decidimos según nuestros deseos?
Los invito a explorar “la mirada del otro” y cómo nos influye en nuestras vidas. Cómo sentirla, vivirla, descodificarla, exprimir su luz y energía y cómo capitalizarla mientras dejamos andar en el camino a nuestro destino soñado.