Gonzalo Bonadeo en vísperas de una nueva Copa del Mundo

El reconocido periodista deportivo, destacado por cubrir los acontecimientos más importantes del mundo, se embarcará en un vuelo directo al evento futbolístico más esperado: Qatar 2022. Gonzalo Bonadeo habló en exclusiva con Country Magazine y nos contó sobre su cambio de imagen, la familia numerosa que formó junto a su esposa, Carmela Carey, y cómo fue que el gen del periodismo se mantuvo presente a través de las generaciones. 

Gonzalo Bonadeo en vísperas de una nueva Copa del Mundo

Gonzalo Bonadeo y Carmela Carey nos recibieron en el showroom de la decoradora, ubicado en el Centro Comercial Buenavista. En la charla nos transmitieron su calidez, y la complicidad en sus miradas lo decía todo. Pudimos deleitarnos con las historias y experiencias de un periodista apasionado por lo que hace.


-Se acerca un nuevo mundial de fútbol, ¿cómo te preparás para eso?


Es un mundial atípico por la fecha y por el lugar. Sin embargo, cuando se trata de laburo, tanto en los juegos olímpicos como en el mundial, llega un momento en que te olvidás del lugar en el que estás, porque todo pasa en los estadios y centros de prensa. Obviamente, no es lo mismo estar en Barra de Tijuca en Río de Janeiro, que en la zona de afuera de Moscú o en Qatar, que es un artificio. Esta vez va a ser muy bueno porque casi todos los partidos se juegan en la misma ciudad y, salvo los de la última clasificación, ninguno se superpone. Tenés un partido a las 7 AM, el siguiente a las 11, el otro a las 2 PM y así.


-¿Qué factores pueden influir en este mundial?


Para mí, el lado positivo es que en este mundial los jugadores van a llegar después de las vacaciones, después de la pretemporada y con la mitad del tiempo de juego. Con lo cual pueden tener una lesión, porque van a estar compitiendo, pero van a estar en buen ritmo de juego, bien de la cabeza y bien físicamente. Después, Argentina tiene como ventaja que, si bien los jugadores van a llegar poco tiempo antes, el equipo tiene una identidad de juego, entonces eso les allana mucho el camino, no hay que volver a empezar de cero.


-¿Cuáles son tus expectativas con nuestro equipo?


Ganar un mundial es complicado. Por algo ganamos solo dos, para mí un mundial de Argentina es jugar los siete partidos, llegar a las semifinales. El equipo está bien, a mí me gusta, me gusta el trabajo de Scaloni. Lamentablemente, para los argentinos lo único que sirve es ganar, pero para mí esa no debe ser la idea. Yo quiero llegar lo más lejos posible, en términos de trabajo, si llegamos al último día, mejor, porque si perdés temprano, como pasó en Rusia, hay una parte del mundial que le interesa a poca gente. Además, en un nivel tan exigente, todo es muy sutil. Por ejemplo, en el mundial de Brasil, Argentina debió haberle ganado a Alemania y perdió, y en la Copa América que ganó Argentina, no debió ganar y ganó. Recuerdo a España en 2010, con un equipo maravilloso, le costó un montón ganar. Venía brillante y ganó la semifinal 1 a 0 y la final 1 a 0, ajustadísimo. El equipo argentino me gusta, pero no soy un hincha normal, no espero que ganen para valorarlo, no necesito que Messi gane el mundial para considerarlo un fenómeno absoluto, yo soy de la idea de que el deporte nos enseña a entender que el éxito y el fracaso son esporádicos, son momentos. Ni la alegría ni la tristeza son eternas.


-¿Cómo ves a Messi en esta etapa de su trayectoria?


Messi hoy es mucho menos desequilibrante en lo individual y mucho más jugador colectivo. Da la sensación que podría jugar el mundial en cualquier otro lugar de la cancha y lo haría brillante. Parece entender mucho más el juego colectivo que hace 10 años y es lógico. Pero sobre todo, lo que tiene es un enorme compromiso con el juego. Vos lo vas a ver en un montón de partidos que no hace falta jugar y juega igual, y dentro de esos partidos el equipo ya ganó y ves que no quiere salir. Eso es extremadamente valorable para uno de los tipos que más dinero ganó en la historia del fútbol. Aún cuando a veces se lo ve como perdido en la cancha, siempre quiere estar jugando. Es algo súper valorable en un ambiente donde escuchás que para muchos el fútbol es un laburo. No necesariamente es un trabajo, es un juego rentado. Por eso considero que Messi es el jugador más amateur de los profesionales, entendiendo por amateur a alguien que ama lo que hace, que lo hace por placer.


- ¿Cuál fue tu experiencia más inolvidable en el marco de un mundial de fútbol?


Fue muy nutritivo el de Rusia 2018, viajé por TN, no por el canal. Me plantearon el desafío de hablarle del mundial a gente que no le interese. Para mí era contradictorio, pero fue un muy buen ejercicio mental y me sirve ahora para hacer lo mismo. Si bien había ido otras veces, en Rusia 2018 será que todo estaba preparado para el mundial, fue diferente. Mas allá de a nivel deportivo, fue una gran experiencia a nivel laboral. El bagaje cultural que tiene Moscú es descomunal, viajé con Carmela y lo disfrutamos juntos. Nos impactó la cuestión arquitectónica, como está estructurada la ciudad, la gente, los parques.


“El encanto que tiene hablar de deporte es que nunca sabemos lo que va a pasar, todo es expectativa.”


Sangre periodística


-¿Siempre quisiste ser periodista deportivo o fue algo que se dio por herencia familiar?


No, nunca tuve la fantasía puntual. Fue algo que siempre estuvo sobre la mesa y yo lo tomé. Mis viejos se separaron cuando era chico y los fines de semana pasaba mucho tiempo con mi papá. Las salidas mayormente eran ir a la cancha, ver rugby, polo, automovilismo, ir a canales, a la radio, estaba instalado ahí, no hubo inducción, invitación, ni presión, pero si yo quería estar con mi viejo los fines de semana, tenía que estar ahí. Para mí tampoco era una condena ir a ver deportes, porque me gustaba y lo miraba con mucha atención, intentaba entender el juego, independientemente de cuál fuera.


-Más de 30 años de carrera, toda una vida, ¿alguna vez te imaginaste dedicándote a otra cosa?


Nunca. Empecé a trabajar de muy joven, a los 18, y tenía un nivel de responsabilidad muy distinto a lo que se ve hoy. Los primeros meses trabajaba algunos días a la semana y, a los 19, ya estando efectivo tiempo completo, empecé a viajar. Estuve 10 años en La Nación, donde iba a empezar cubriendo los partidos de rugby, pero en el medio surgió el mundial de hockey femenino y, como yo manejaba tres idiomas, y ya había estado en el mundial `78 con mi viejo como jefe de prensa, tuve la ventaja de entrar con un mes entero de trabajo escribiendo para el diario. Recuerdo que me mataban corrigiéndome, pero tenía mucho poder de aprendizaje, tuve suerte. Me ayudaron mucho y aprendí de grandes profesionales.


-¿Cuál es tu deporte preferido?


Se me hace difícil elegir uno siendo fanático de los juegos olímpicos, pero de punta a punta, el rugby es el que más me gusta. Mi viejo jugó toda la vida, yo jugué de chiquito, mal, pero jugué. Durante tres años en ESPN cubrí todos los partidos, giras y mundiales. Además, con Fermín, mi hijo, fuimos mucho como hinchas a ver a los Jaguares y a los Pumas. Ese lugar ocupa para mí el rugby.


-¿Qué es lo que más te atrae del rugby?


La complejidad del juego. Después del ajedrez, creo que no hay ningún deporte que involucre tantas piezas como el rugby. Tenés que hacer jugar 15 piezas y eso es muy complejo.


-Existe un mito sobre la amistad entre los periodistas y los deportistas. ¿Es así?


Los periodistas tenemos en algún rincón algo de protagonista frustrado. Muchas veces el periodista deportivo cree que gana él. Decís: “¡Ganamos!”, cuando en realidad sos de cartón, estás pintado. Tuve relaciones con muchos deportistas con los que te llevás mejor después de que se retiran que mientras están jugando. Es muy delicada la amistad entre periodista y protagonista. Tenés que poder sentirte libre para criticarlo y él tiene que sentirse libre de no darte la entrevista. No debe existir ese compromiso de que “porque es mi amigo, le doy la nota” o “porque es mi amigo, no lo critico”, eso no sirve. Es difícil, pero se puede.


Elegir la salud


-¿Cómo fue que adelgazaste tanto?


Llegué a un punto en que mi clínico, en 2010, me dijo: la obesidad en sí no es un problema, el problema es todo lo que trae. Hoy vos no tenés ninguno de esos problemas, pero un día vas a detonar y ahí no zafás. Te podés operar”. Yo le dije que nunca había probado de hacer un tratamiento serio, “si me tengo que operar, lo haré, pero quiero probar”. Así empecé con mi nutricionista, Ina Steinel, que me enseñó a comer. Lo primero que le dije fue que si ella me iba a hacer comer 50 calorías por día, conmigo no contaba. Trabajamos juntos y ella hizo algo extraordinario, porque es muy rigurosa, pero a la vez muy didáctica. Por ejemplo, me hizo entender por qué es mejor una tostada de pan negro que una de pan blanco. ¿Porque engorda menos? No, porque tiene más fibra y te llena más. El mensaje más importante en esto es: “la única persona que importa sos vos”, te pueden ayudar, pero todo depende de vos siempre.


-¿Cómo lograste sostener ese cambio tan radical? ¿Sos muy disciplinado?


No, no fue disciplina. Es darle valor a cada paso pequeño. No subestimar el bajar 500 gramos ni creer que vas a bajar 50 kilos en una semana. Aún así, lo que bajé rápido fue entre octubre de 2010 y marzo de 2011, fueron 6 meses, y tuve suerte con mi metabolismo. No hubo tanta disciplina, pero sí mantuve el tenis, y el gimnasio en casa me ayudó. Actualmente, como lo que quiero aunque cuando como mal, que lo hago, enseguida lo siento. Como mucho menos que antes, y trato de comer más en casa y menos afuera.


-¿Tuviste alguna “recaída”?


En 2015 o 2016 Carmela, que es de mucha ayuda, me fue marcando que estaba engordando. Recuerdo que me puse como objetivo poder usar en los juegos olímpicos unas camisas que había comprado en los panamericanos 2015 y que no me entraban. Lo logré. Esos altibajos están, mantenerse es un ejercicio de por vida. Es como cualquier adicción, vas a ser gordo siempre, aunque no lo seas. En algún lado el concepto está. Soy consciente de que en cualquier momento me voy al pasto y tengo que tener cuidado.


-¿Hay algo puntual que te haya costado más dejar de comer?


Nunca dejé de comer pan, pero a los 4 o 5 meses no bajaba tanto y, para tener un impacto en el peso, me sugirió dejar de comerlo dos veces por semana, y me lo reemplazó en el desayuno por rollos de jamón y queso, y yogurt, un lujo. La persona gorda siente que cuando empiece su tratamiento va a dejar de disfrutar y es al revés. Yo abandoné el chocolate hasta que logré poder volver a comerlo. El tema no es la porción, porque igual ya no puedo comerme una tableta entera porque no me da el estómago. El problema es cuando empiezo a comer todos los días un poco y me paso. Si tenés que elegir comer un postre, una manzana te va a dar la saciedad suficiente para no comerte un chocolate después.


Familia numerosa con genes periodísticos


-Paralelamente a tu carrera tuviste, nada más y nada menos, que cinco hijos y un nieto. ¿Cómo se fusiona la familia con un trabajo como el tuyo y qué lugar ocupa Carmela en esto?


Carmela fue una pieza clave, una figura muy importante para las chicas, más allá de que cada una aprendió lo que aprendió y desaprendió lo que desaprendió. Vivimos todos juntos desde que Valentina (26), Martina (28) y Catalina (30) tenían 7, 9 y 11, respectivamente. Martina la calificó siempre como una mamá del corazón, con momentos críticos y otros muy buenos, pero acá estamos. Después se sumaron nuestros hijos, Joaquina (16) y Fermín (10). Y ahora Simón (2), que ama desesperadamente a su abuela. La presencia de Carmela en la familia fue muy fuerte y eso implica el riesgo de no darte cuenta de lo que está pasando, no ver el nivel de esfuerzo y dedicación que le pone alguien a semejante emprendimiento, que es el de una chica de 26 años bancando tres chicas que no son de ella, con los líos que tiene la adolescencia y la pre adolescencia.


-Tu papá, Diego Bonadeo, era también periodista deportivo. ¿Cómo lo recordás?


Una gran referencia muy fuerte, muy poderosa. Tenía un nivel cultural extraordinario para el rubro. Era egresado del Nacional Buenos Aires. Mi abuela era amiga de Borges y de Rafael Alberti, ya había una cuestión cultural dando vueltas ahí. Era extraño en su época encontrar un periodista que hable francés, italiano y alemán. Después, su inquietud por lo que algunos llamaban deportes “raros” como el rugby, el hockey o el tenis en esa época. Él tuvo alguna cercanía que yo después heredé con Vilas, Menotti y Reutemann. En los ’70, tener ese tipo de vínculos era muy fuerte. Conociendo del oficio, puedo entender que convivía con un papá periodista, no con un papá, y eso me dio la ventaja de acompañarlo mucho tiempo, pero pienso: ¿cuánto puedo yo reprochar, entendiendo la lógica de este laburo? Viajás mucho, a veces estás, otras no.


-¿Qué diferencias encontrás entre la época en la que vivió tu papá y la que te toca vivir a vos en el medio?


A mí me tocaron tiempos muy distintos a los de él. Cuando yo empecé en la tele, era el año ’89, en el ‘90 y ‘91 empezó una era distinta en la TV argentina. Recién con la privatización y con la batalla Telefé vs. Canal Trece, que implicaba Tinelli vs. Pergolini o Susana Giménez vs Sofovich, era un momento de mucha efervescencia y mucha guita alrededor del medio, era otra época. Los periodistas empezamos a ser protagonistas, que era algo que antes no pasaba. En general, las personas que yo conocí con mi papá en el viejo Canal 7, eran empleados, no eran personalidades que discutían su contrato, iban por un sueldo. Era una lógica muy diferente a lo que pasó de los ‘90 en adelante.


-Catalina, una de tus hijas, siguió tus pasos en el periodismo. ¿Cómo es tu rol ahí?


Lleva ya cinco años en Artear con TN y ‘Telenoche’. Está haciendo lo suyo, armando su carrera y tratando de encontrar su lugar. Es un momento bravo para que no te sacudan las cosas que vas logrando y Cata arrancó muy pronto. Al poco tiempo de haber empezado, apareció en ‘Telenoche’. Fue muy fuerte, porque hay gente que está toda una carrera y no logra un espacio semejante. Lo hace muy bien, tiene mucha naturalidad y por eso yo, si bien trato de no meterme mucho, le hablo para sacarle presión. Le aconsejo: “obviamente no parezcas ignorante, pero también es importante saber preguntar o decir, incluso en público, ‘esto no lo sé, lo voy a averiguar`, porque lo que valoran es tu frescura”. La tele en general tiene mucha picadora de carne y ella está tratando de acomodarse como puede.


“Lo que nunca trato de perder de vista es que yo soy un puente entre lo que pasa y la gente. El protagonismo no es mío.”


-¿Es cierto que Kevin Johansen “apadrinó” la unión con Carmela?


Algo de eso hay, tenemos una historia. Carmela lo conocía porque trabajó muchos años en el restaurante de Christophe Krywonis y Kevin iba seguido a comer cuando no era conocido. Ambos lo descubrimos más por su tema “Guacamole” que nos encantaba. En 2000, yo trabajando en radio Metro lo conocí. A Carmela la conocí tiempo después, en el programa que yo hacía en radio La Red, en 2001/2. Todos los jueves teníamos un show con diferentes músicos invitados y un día vino Kevin. En 2011, cuando nos íbamos a casar, le conté a Kevin la noticia, le dije que íbamos a ir a su show y si le podía dedicar ‘Down With My Baby’ a Carmela. Llegó el día, y en pleno recital, me dio el micrófono y yo dije que me iba a casar con la mujer más maravillosa del mundo. La hizo subir al escenario y nos dedicó el tema a los dos. A partir de eso, lo contacté, le pedí si me conseguía el video para pasarlo en nuestro casamiento y él me ofreció estar presente ese día. Cuando se acercó la fecha, la wedding planner nos dijo que Kevin avisó que no podía venir y que iba a mandar un regalo, era una manta divina hecha a mano. El casamiento fue en Paseo Pilar, Carmela entró caminando con mis tres hijas mayores, y yo la esperaba con Joaquina y el tema era “Palomo en celo” y, en la mitad de la canción, me di cuenta de que estaba Kevin cantando en vivo de sorpresa. Fue genial.


-Se ve que formaron un buen equipo juntos… ¿Qué proyectos tienen?


Carmela me bancó lo indecible en el laburo, yo tenía que equilibrar la balanza y dar todo de mi parte con su emprendimiento, que pueda disponer de su vocación, su pasión y su oficio. Por eso la acompaño a llevar a cabo el sueño de apostar por su propio estudio. A veces le hago de fletero, cubro cosas en casa o hago el tiempo para que pueda dedicarse a lo suyo. Busco optimizar mis tiempos de laburo, y en eso la pandemia ayudó un montón, porque estuve más en casa. Estuvimos juntos en ferias y exposiciones, tanto en el país como en el exterior. El otro día que me acompañó a la radio, recordé cuando ella me acompañaba todos los domingos y estaba ahí 2 o 3 horas, qué absurdo y qué pretensión la mía. Estamos proyectando a futuro hacer algo juntos en lo que a Carmela más le gusta, que es la obra, la reforma. Queremos hacer un emprendimiento, aprovechando la ventaja de que ella sabe de eso, tiene oficio y tiene muchas ganas de hacerlo.


- ¿Qué te queda pendiente? ¿Sentís que lograste todo lo que te propusiste a nivel laboral?


Es que no me lo propuse. Soy un gran malcriado de la profesión. He tenido momentos feos, pocos, pero en general tuve suerte en mi carrera. Son muchos años haciendo lo que me gusta. Hay gente que fantasea con alguna vez estar en Roland Garros y yo me he cansado de estar. No me propuse viajar por el tenis y viajé a todos lados, no me propuse un Juego Olímpico y lo cubrí, pensaba que yo nunca iba a poder laburar en la tele, lo veía a mi viejo laburar y pensaba: “yo que voy a hacer delante de una cámara” y llevo 30 años haciéndolo. O sea, estuve preparado, mentalizado, atento, le dediqué muchas horas a mi profesión, pero nunca fue mi objetivo. Soy de fijarme objetivos a plazos más inmediatos. Me encantaría que el año que viene podamos viajar al mundial de rugby de Francia para hacer parte de turismo y parte de juego. Y con respecto a pendientes, siento que no me quedó algo particularmente en mi profesión, porque los mega acontecimientos los cubrí todos, tal vez si un pendiente es tener una nota larga con Messi, para sacarme algunas dudas de la maravilla que es el pibe, nada más.*


Entrevistó: Liliana Rabboni

Texto: Marina Cleris



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