La vuelta al mundo corriendo: Ezequiel Mirazón, el Julio Verne del running
Corrió 40.075kms y terminó de dar la vuelta al mundo. Pero no tardó 80 días como el cuento del escritor francés. Tardó 23 años. En esta nota Ezequiel Mirazón nos cuenta como se le ocurrió semejante locura.

Por Country Magazine
Hay historias que se corren con las piernas, y otras que se corren con el alma. La de Ezequiel Mirazón, conocido por todos como “el Galgo”, pertenece a esa última categoría: soñador infatigable, persistente y de una disciplina casi poética, divide su vida entre el universo corporativo —es Socio de PwC Argentina— y su rol más íntimo, el de maratonista. Un hombre que pasa de números y tableros estratégicos a calles mojadas; de intensas reuniones al silencio del amanecer. Y así, paso a paso, construyó su hazaña más grande: darle la vuelta al mundo corriendo.
El Galgo acaba de completar 40.075 kilómetros, la distancia exacta de la circunferencia de la Tierra.
Sí: le dio la vuelta al mundo corriendo.
No en 80 días, como imaginó Julio Verne, sino en 23 años de entrenamiento, constancia y pura pasión.
Antes de convertirse en el hombre que le dio la vuelta al mundo corriendo, el Galgo ya era una postal cotidiana en el country. Ese corredor alto y flaco, de zancada inconfundible, podía verse pasar por las ventanas en plena madrugada, con heladas que crujían en el pasto o bajo una llovizna fina de invierno. Siempre avanzando. Siempre entrenando. Nadie imaginaba que aquellos kilómetros silenciosos, sumados sin estridencias, estaban forjando la constancia que años después lo llevaría a concretar una hazaña impensada.
Ezequiel Mirazón empezó a correr en 2002, y al poco tiempo ya enfrentaba su primera maratón. Los entrenamientos del equipo eran tan intensos que un día Dani Olguín, su capitán y amigo, lanzó una frase que quedaría suspendida en el tiempo:
“Galgo, si seguimos corriendo así vamos a terminar dando la vuelta al mundo corriendo.”
Ezequiel sonríe al recordarlo: “Ese sueño me quedó dando vueltas en la cabeza.”
Hace unos meses, "El Capi" falleció, y esa pérdida hizo que aquella frase cobrara un sentido profundo. En medio del duelo y los recuerdos, Ezequiel hizo lo que mejor sabe hacer: pasar a la acción.
“Como buen contador tenía todos los Excel desde el inicio. Sumé todo y me di cuenta de que estaba muy cerca de lograrlo.”
Ajustó distancias, reorganizó entrenamientos y eligió un escenario simbólico: la Maratón de Bruselas, donde completaría los 40.075 kilómetros del sueño compartido.
“Fue una experiencia lindísima, un día muy especial y por suerte me acompañó toda mi familia: mi mujer Maru, mis hijos Manu, Martu y Seru, mi yerno y un par de amigos de los chicos.”
Para celebrarlo, hicieron remeras especiales con distintas leyendas:
“Julio Verne la soñó en 80 días y mi papá la corrió en 23 años.”
“Un avión tarda 42 horas y mi papá tardó 23 años.”
“Un velero tarda 12 meses…”
Un festejo familiar que resumió su odisea: no solo corrió kilómetros; corrió vida.
Hasta hoy, el Galgo corrió 22 maratones, y aunque su plan original era llegar a 10 y retirarse, el camino lo transformó.
“Antes me preocupaba mejorar mis tiempos; hoy disfruto cada detalle. Paro a sacarme fotos en los monumentos y voy filmando todo.”
“Sí, filmo durante las carreras. Hago videos de entre 15 y 20 minutos contando las emociones de la salida, la historia de la ciudad, los momentos divertidos y los difíciles… y la emoción de la llegada.”
Los sube a su canal de YouTube (@galgorunner) y a sus redes.
“La verdad es que solo los miran mi familia y un par de amigos, ¡pero a mí me divierte!”
Se define sin rodeos: “Soy súper bilardista.”
Sus rituales lo acompañan siempre:
“Hace años que corro con la camiseta argentina.”
“Uso en la muñeca derecha pulseras de los colores de Argentina y en la izquierda del país donde corro.”
“Llevo siempre el Evenstar pendant; siento que me da energía positiva.”
“Antes de la cuenta regresiva escucho ‘La melodía de Dios’ y canto el himno versión cancha.”
“No cambio por nada mis Asics Nimbus.”
“Tengo dos: el primero es llegar a correr en 100 ciudades diferentes. No estoy lejos; ya hice las cuentas.”
La segunda meta es emocional:
“La maratón de plata: la número 25. Después de eso creo que ya viene el retiro.”
“París y Roma son increíbles; corrés en un museo. Londres y Madrid tienen gente alentando todo el tiempo. Nueva York y Chicago son especiales. Y Disney en Orlando lo recomiendo: corre todo el mundo, hay carreras para chicos, y los personajes te alientan en los parques.”
“Mi primera carrera fue de 8 km. Terminé y me metí en la bañera con agua caliente y sal. Sentí que había llegado a mi techo. Dos años más tarde corría mi primera maratón.”
“Lo puede hacer cualquiera. Solo se necesita esfuerzo, constancia y tiempo. No es de un día para el otro, pero en 4 o 5 meses podés estar listo.”
“Es clave que puedas sumarte a un grupo y te guíe un profe. Te motiva y hace todo más divertido.”
Al preguntarle qué es ser maratonista, no duda.
“Es mi esencia. Lo llevo en la sangre. En el corazón. Es tener constancia, resiliencia, ponerse objetivos y cumplirlos. Es ser parte de un grupo en el cual todos nos potenciamos para ser mejores. ¡Y celebramos el logro de cada uno como si fuera propio!”
Hace una pausa, como quien vuelve a sentir lo vivido.
“Es soñar. Es salir a entrenar en la ciudad en la que estés del mundo sin importar si hace frío, calor, llueve o nieva. Es disfrutar cada entrenamiento porque sabés que cada paso y cada kilómetro son necesarios para llegar a la meta.”
Y entonces cita una de esas frases que lo acompañan desde siempre:
“Una maratón se corre 30 km con las piernas, 10 km con la cabeza, 2 km con el corazón y los últimos 195 metros con lágrimas en los ojos.”
Su deseo final también es claro:
“Ojalá esta nota sirva para inspirar a otras personas a que corran y también puedan experimentar esa sensación única de cruzar la meta y colgarse una medalla.”
Antes de despedirnos le pregunto si es cierto que, después de esta hazaña, ya empezaron a llamarlo “El Julio Verne del running.”
Ezequiel se ríe con esa risa de quien disfruta más del camino que de los elogios:
“¡Jajaja! Leí todos sus libros. Me parecen increíbles. Pero prefiero que me sigan diciendo ‘Galgo’, que es mi apodo como runner.”
Un cierre fiel a su esencia: humilde, apasionado y auténtico.
Así termina la historia del hombre que —paso a paso, año tras año— le dio la vuelta al mundo corriendo, y que todavía elige ser simplemente el Galgo.
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