Mientras se escuchan las risas y los gritos de los últimos borrachos en las calles vacías, 50.000 alarmas suenan en la ciudad. No es un ataque terrorista ni nada que se la parezca. Son los corredores que se levantan para cumplir su sueño: correr la maratón de Londres
Londres es una de las “Seis grandes” maratones del mundo junto con Nueva York, Boston, Chicago, Tokio y Berlín. Para inscribirse hay que participar de un sorteo en el que se anotan más de 500,000 personas, correr para una organización de caridad o pagar los precios de locura que piden las agencias de turismo. Son 50.000 tickets por año. ¡Parece mucho…pero es poco!
La ropa ya estaba preparada de la noche anterior: remera de la selección argentina con una inscripción en honor a nuestros héroes de Malvinas, pantalón Ona Saez de mil batallas y mis ASICS Nimbus 20. Le siguen también las cábalas: pulseras livestrong azul y oro y el even star pendant (regalo de la princesa Arwen a Aragon en “El Señor de los Anillos”) que me acompaña en todas las carreras.
Hace un frío de morirse y esta nublado. La salida es el en el Greenwich Park, del otro lado del río, por lo que hay que tomar el subte y el tren para llegar. Si uno piensa que, por ser domingo a las 7 de la mañana van a estar vacíos, se equivoca. El subte está a tope, como el D en la estación de la Facultad. ¡Está lleno de corredores…lleno de energía…lleno nervios…lleno de ilusiones!
La organización es perfecta. Hay tres salidas distintas identificadas por colores (rojo, verde y azul) que salen de distintos lugares y recién se juntan todos en el km 2. Y cada salida a su vez tiene 4 horarios, por lo que nunca hay acumulación ni amontonamiento. Ya en el parque, la espera se hace larga…falta una hora para salir y el frío es insoportable! En ese momento tenes tiempo para reflexionar y pensar. Fueron 5 meses de entrenamiento para llegar hasta acá. Mas de 800 kilómetros corridos en 6 países y en 10 ciudades distintas (me tocó viajar mucho últimamente!) y con todos los climas que uno se imagine (lluvia, nieve, calor y frío). Pensas en todos los que te acompañan en la preparación… tu familia, tus amigos, mi profe Martin Errecalde, el médico, el kinesiólogo, los vecinos de San Diego que te saludan mientras corres todos los domingos y los que te hacen gestos de “Estas loco!” mientras corres bajo la lluvia por la calle Savio a las 7 de la mañana.
Los parlantes anuncian que falta un minuto para la largada… estiras por última vez (Y vas al baño por enésima vez!). La adrenalina está a pleno. Te sentís un león enjaulado. Sentís un cosquilleo en el cuerpo cuando empieza la cuenta regresiva…. five… four… three… two… one… Go!! Y empieza la maratón.
Los primeros 10 km son en la zona de Greenwich. Pensé que iban a ser tranquilos porque es un típico vecindario inglés…pero estaba equivocado. Ya desde ahí ves gente de ambos lados de la calle gritando y alentando, disfrazados, con carteles y ofreciéndote lo que sea: bananas, naranjas, abrazos, energía…lo mejor? En toda la carrera la gente te da “gomitas” tipo Mogul o Haribo… las traen de sus casas y las ponen en bowls: pasas corriendo y agarras! La adrenalina hizo que los primeros 10km sean emocionantes y ni me de cuenta que pasaron. Ahí empezaba la segunda parte de la carrera (del km 10 al 20). El circuito es mas en ciudad y lleno de bares donde la gente ya está tomando cerveza…con música a pleno y bailando. Aparecen cientos de bandas musicales y coros en el recorrido y, ya con algo de cansancio, vas terminando la segunda etapa de la carrera. Y de repente, luego de una curva llena de gente gritando, doblas y tenes de frente el Tower Bridge para cruzar, el puente más emblemático de Londres. La adrenalina esta a pleno… te agarra una emoción increíble…no lo podés creer… acelarás el paso… el viento del río te acaricia el cuerpo… cerras los ojos, dejas de correr y volas, flotas en el aire y gritas: “Woooooow!!” Y una sensación increíble de emoción y libertad te invade el cuerpo y te acompaña en el cruce…una de las partes mas emocionantes de la carrera sin dudas!
Luego de cruzar el puente, no llegas a bajar los decibeles: un cartel anuncia el “Half way” y eso hace que aprietes los dientes y el puño “Vamosss… no falta nada… son un poco más de dos vueltas a San Diego y termino!” trato de incentivarme. “Es la típica salida de un domingo. Vamooosss!”. Pero la cosa no es tan fácil… empiezan a aparecer los síntomas de a poco de cansancio. En mi caso particular, me lesioné unas semanas antes de correr y me tuve que infiltrar para la maratón (Gracias Sergio Pataro!)
Asi que empecé a sentir dolor y la falta de entrenamiento de las últimas semanas. Pero así como el cuerpo muchas veces no acompaña, lo más importante es tener la cabeza fría…Y yo la tenía como un témpano! Paré en un puesto de asistencia en carrera en el km 26 y me atendió una vietnamita diminuta a la que le expliqué lo que me pasaba. Me hizo poner en posición de cacheo y me dio masajes con un guante que tenía como pelotitas de hielo adentro…2 o 3 minutos. Y cuando terminó me dijo “¡Go… Just do it!” Y ahí salí de vuelta al ruedo. Me sentía mejor y volvía a trotar… ya estábamos por Canary Wharf y la locura de la gente era total: bandas de rock, te ofrecían cerveza, coreografías, bares con música a pleno, gente, gente y más gente (hay 750.000 espectadores en toda la carrera!). Como no podía dejar de ocurrir una llovizna apareció sobre la ciudad. Y si, esto es Londres, pensé. Y así pasé el km 30 y empecé a transitar ya la última etapa de la carrera que, a partir del km 35, te empieza a mostrar su mejor cara: Tower of London, London Eye, la Abadía de Westminster, el Buckingham Palace… pero yo ya no podía casi levantar las piernas. Por suerte, tenía la cabeza fuerte como un roble y sabía que iba a llegar, aunque sea gateando… Pero lo que tenía más claro de todo es que quería disfrutar cada minuto de lo que estaba viviendo, para lo que me había entrenado tanto. Cuando ví la marca del km 40 apreté el puño, los dientes y me dije “Ya está. Ya llego!”. Y al ver la marca del km41 me agarró una emoción increíble… solo te separan seis minutos de la gloria…Y ahí ya está… te relajas… tu cabeza deja la carrera y vuela y flota recordando como llegaste ahí: los entrenamientos, mis viejos, la familia, Maru, los chicos, mis amigos. Se te hace un nudo en la garganta… te agarra una emoción que te humedece los ojos… ya estoy pasando por el palacio de Buckingham y quedan los últimos 500 metros… Y ya se ve el globo, el arco rojo donde termina la carrera. La gente grita y explota… los corredores al lado mío lloran… quedan 200 metros… ya me tiemblan las piernas… si... se me escapan unas lágrimas… no lo puedo creer… alzo los brazos…. cruzo la meta! ¡Y me emociono… me tiemblan las piernas…la felicidad es plena…absoluta…corrí 42km… la maratón de Londres! ¡Lo logré! Caminas unos metros y te aparece todo el cansancio acumulado, como si se te cayese un piano desde un quinto piso arriba! Me ponen la medalla “Use it with proud” me dice quién me la cuelga y me golpea el pecho para que camine derecho, mirando al frente, con orgullo, con honor…
Con la medalla ya colgada te felicitas con otros corredores, te abrazas… nunca los viste pero sentís que los conoces de toda una vida…Y ahí mismo te dan una capa… yo pensé que te la daban porque hacía frío pero no… no es solo por eso… es porque todos los superhéroes usan capa, como Batman, Superman o el Zorro, y los maratonistas somos eso… superhéroes!
Ahora vienen el tiempo de descanso, de disfrutar el logro y, porque no, de empezar a planificar donde será mi maratón numero 12… pero para eso, ¡para eso aún falta mucho! <<