Mi amigo, mi hermano: David Lebón

La fuerza de un show que devolvió recuerdos, juventud y vida en cada acorde. Cuando la música trasciende y convierte a un ídolo en un amigo. En primera persona, Daniel Olguín, vecino de nuestra comunidad, revive aquella noche en el Gran Rex.

Mi amigo, mi hermano: David Lebón

Y esa noche volví a sentirme vivo, ‘algo más que un ser’, con la misma fuerza con que David lo canta en El tiempo es veloz.


Mientras esperaba el comienzo del concierto junto a mis hijos

adolescentes, intentaba explicarles que estaban a punto de presenciar la performance de un músico completo, eximio guitarrista y figura irrevocable en la historia de la música argentina. Que tocó con Spinetta, con Charly, con Pappo, entre otros inmensos músicos, y que compuso canciones que son verdaderos himnos de nuestro rock.


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Una historia personal con David

Ansioso por el inminente comienzo del show, me esforzaba en contarles rápidamente que David dividió las aguas en mi colegio secundario en los años setenta, cuando con la producción de su banda Polifemo me enfrentó —desde el gusto y la pasión musical— con aquellos que adoraban a Sui Generis.


Y esperaba que comprendieran además, que a ese tremendo músico yo lo consideraba mi amigo, a pesar de nunca haberlo conocido personalmente. Es más, les afirmé que iban a presenciar la actuación de mi amigo David.


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Un show inolvidable

No pude completar el concepto porque apareció David en todo su esplendor sobre el escenario, parado frente a su excepcional banda, dando comienzo a un concierto espectacular de casi dos horas y media, con una lista de temas que recorrió toda su historia musical.


El “Ruso” intercaló baladas amorosas y rocks electrizantes, repasando muchas de sus canciones de su etapa solista, como así también las que aportó a grandes bandas del rock argentino como Serú Girán y Polifemo, que volvió a reunirse para la ocasión.


Y hubo más. Como si supiera que yo estaba ahí esperándolo, invitó al escenario a Rinaldo Rafanelli y Juan Rodríguez y me regaló la increíble interpretación de Suéltate Rock and Roll y Oye Dios, qué me has dado. Nada más necesitaba que hiciera mi amigo por mí, pero como tal, me dio aún más.


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El regalo de la música

Al final de su actuación me despidió con la interpretación de Seminare y la emoción fue tan desbordante que pude sentirme de nuevo como cuando tenía 14 años.


El concierto me devolvió a un David Lebón en la vigencia total de su virtuosismo y de su arte. Pero además, con la vigencia absoluta de su entrega amorosa. Otra vez, sentí que el “Ruso” me había hablado y cantado mirándome a los ojos.


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Una amistad que trasciende

A la salida del inolvidable concierto, mis hijos retomaron el monólogo inconcluso y me dijeron que no discutían que yo pudiera considerar amigo a David Lebón —después de todo llevaba más de 40 años haciéndolo, recordándolo, agradeciendo su arte, defendiéndolo—. Pero no podían entender cómo podía dar por sentado que David lo fuera de mí.


Y casi sin darme cuenta de lo que les contestaba, les dije que no podía ser de otra forma, porque su alma, sus ojos, sus manos son igual a mí.


Mi amigo, mi hermano: David Lebón.


Agradecemos a Daniel del Country San Diego por compartirnos su relato.



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